Cuando todavía resuenan los ecos de la victoria de Trump en las elecciones presidenciales de EEUU y decenas de manifestaciones recorren las calles de las principales ciudades norteamericanas traemos a Rincón del Ciudadano unas interesantes reflexiones de Michael Moore. Ya en Julio de 2016 nos detallaba los motivos por los que Trump ganaría las elecciones de noviembre. A continuación, puedes leer el artículo completo.
Estimados amigos:
Siento ser el que dé las malas noticias, pero ya os lo
advertí el pasado verano cuando dije que Donald Trump sería el candidato
republicano a la presidencia. Y ahora traigo unas noticias aún peores y más
deprimentes: Donald J. Trump va a ganar las elecciones en noviembre. Este
ignorante, peligroso y miserable payaso a tiempo parcial y sociópata a tiempo
completo será el próximo presidente de Estados Unidos. Presidente Trump. Vamos,
id practicando, porque será así como nos tendremos que dirigir a él durante los
próximos cuatro años: "PRESIDENTE TRUMP".
En mi vida he deseado tanto estar equivocado como
ahora.
Me imagino lo que estaréis haciendo ahora mismo.
Estaréis negando con la cabeza y mientras pensáis: "No, Mike, no va a
ganar". Por desgracia, vivís en una burbuja con una cámara de resonancia
acoplada en la que tanto vosotros como vuestros amigos estáis convencidos de
que los estadounidenses no van a elegir como presidente a un idiota. Vais
alternando entre la sorpresa y la mofa por su último comentario o por su
actitud narcisista, ante todo, porque todo gira a su alrededor. Y después
escucháis a Hillary y veis a la que sería la primera mujer en un cargo así en
Estados Unidos, una persona respetada, inteligente y que se preocupa por los niños,
que continuará con el legado de Obama porque eso es claramente lo que quieren
los estadounidenses, cuatro años más de esto.
Tenéis que salir de esa burbuja inmediatamente. Tenéis
que dejar de negar lo evidente y enfrentaros a la verdad que en el fondo sabéis
que es muy real. Intentar tranquilizaros con datos -"el 77% del electorado
son mujeres, personas de otras razas y jóvenes de menos de 35 años, ¡y Trump no
puede ganar por mayoría en ninguno de esos sectores!"- o con lógica
-"¡la gente no va a votar a un bufón ni en contra de sus intereses!"-
es la manera que tiene el cerebro de protegerse de una situación traumática.
Como cuando oyes un ruido extraño en la calle y piensas: "Ah, es que habrá
reventado una rueda", o "¿quién anda tirando petardos?" porque
no quieres pensar que lo que acabas de oír es un disparo. Es la misma razón por
la que todas las noticias iniciales y testigos del 11-S decían en los primeros
momentos que "un pequeño avión se había estrellado por accidente contra el
World Trade Center". Queremos -necesitamos- tener esperanza porque,
francamente, la vida ya es lo suficientemente dura y ya bastante hay que luchar
entre sueldo y sueldo. No podemos con muchas más malas noticias. Por lo tanto,
nuestro estado mental vuelve al estado predeterminado cuando se hace realidad
algo aterrador. Las primeras personas arrolladas por el camión en el atentado
de Niza pasaron sus últimos minutos de vida pensando que el conductor del
camión simplemente había perdido el control del vehículo, haciéndole señas y
gritándole que tuviera cuidado y que había gente en la acera.
Queridos amigos, esto no es un accidente. Es la
realidad. Y si creéis que Hillary Clinton va a ganar a Trump con datos,
inteligencia y lógica, es que no os habéis quedado con nada de las 56 primarias
en las que 16 candidatos republicanos probaron con todo, sacaron todos sus ases
de la manga y no pudieron hacer nada para detener al gigante de Trump. A día de
hoy, tal y como están las cosas, creo que va a ganar; y, para lidiar con ello,
necesito que primero lo reconozcáis y quizá después podamos encontrar una
manera de salir de este embrollo en el que nos hemos metido.
No me malinterpretéis. Tengo muchas esperanzas puestas
en el país en el que vivo. Las cosas están mejor. La izquierda ha ganado las
guerras culturales. Los gais y las lesbianas pueden casarse. La mayoría de los
estadounidenses adoptan la postura liberal en las encuestas: en el sueldo
igualitario para hombres y mujeres, en que el aborto debería ser legal, en la
imposición de unas leyes medioambientales más severas, en un mayor control de
las armas, en la legalización de la marihuana. Se ha producido un gran cambio:
que les pregunten a los socialistas que han ganado en 22 estados este año. Y no
me cabe duda de que si la gente pudiera votar desde el sofá en su casa a través
de la Xbox o de la PlayStation Hillary ganaría por goleada.
Pero en Estados Unidos las cosas no funcionan así. La
gente tiene que salir de casa y esperar una cola para votar. Y, si viven en
barrios pobres, con mayoría de negros o de hispanos, no solo tendrán que hacer
una cola más larga, sino que se hará todo lo posible para evitar que vayan a
votar. Así que en la mayoría de las elecciones es difícil que el porcentaje de
participación llegue siquiera al 50%. Y ahí yace el problema de noviembre:
¿quién va a conseguir que los votantes más motivados acudan a las urnas? Sabéis
la respuesta a esa pregunta. ¿Quién es el candidato con los simpatizantes más
furibundos? ¿Quién tiene unos fans capaces de levantarse a las cinco de la
mañana el día de las elecciones y de ir dando la brasa todo el día hasta que
cierren las urnas para asegurarse de que todo hijo de vecino vote?
Efectivamente. Ese es el nivel de peligro en el que nos encontramos. Y no os
engañéis: ni los persuasivos anuncios de televisión de Hillary ni el hecho de
que se le desenmascare en los debates ni que los libertarios le quiten votos
van a servir para detener a Trump.
Estas son las cinco razones por las que Trump va a
ganar:
1.
El Brexit del medio oeste de Estados Unidos. Creo que Trump
va a centrar gran parte de su atención en los cuatro estados azules de
Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. Cuatro estados tradicionalmente
demócratas, pero que han elegido a gobernadores republicanos desde 2010
(Pensilvania es el único que finalmente ha elegido a un demócrata ahora). En
las primarias de Michigan de marzo, 1,32 millones de habitantes votaron a los
republicanos frente a los 1,19 millones que votaron a los demócratas. Según las
últimas encuestas de Pensilvania, Trump va por delante de Hillary; y en Ohio
están empatados. ¿Empatados? ¿Cómo es posible que esta carrera esté tan reñida
después de todo lo que ha dicho y hecho Trump? Quizá se deba a que este ha
dicho (y ha dicho bien) que el apoyo de los Clinton al Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN) ha ayudado a destruir a los estados
industriales de la zona norte del medio oeste de Estados Unidos. Trump va a
machacar a Clinton con este tema y con el hecho de que haya apoyado el Acuerdo
Transpacífico de Cooperación Económica y otras políticas de comercio que han
perjudicado a los habitantes de esos cuatro estados. Durante las primarias de
Michigan, Trump amenazó a la empresa Ford Motor con que si seguían adelante con
el cierre de la fábrica que tenían previsto y se trasladaban a México, pondría
un impuesto del 35% a todos los coches construidos en México que se enviaran a
Estados Unidos. Música para los oídos de la clase trabajadora de Michigan. Y
cuando lanzó otra amenaza a Apple y dijo que les obligaría a dejar de fabricar
iPhones en China y a fabricarlos en Estados Unidos todos quedaron embelesados y
Trump se llevó una gran victoria que debería haber sido para el gobernador de
al lado, John Kasich.
La zona que abarca desde la ciudad de Green Bay
(Wisconsin) hasta Pittsburgh (Pensilvania) recuerda a la mitad de Inglaterra:
rotas, deprimidas y en las últimas funcionan las chimeneas esparcidas por el
campo en el esqueleto de lo que antes llamábamos clase media. Trabajadores (y
no trabajadores) amargados y enfadados a los que Reagan engañó y a los que los
demócratas -que siguen intentando persuadir de forma deshonesta pero solo
quieren aprovecharse de la situación codeándose con banqueros que les puedan
extender cheques- abandonaron. Lo que ha pasado con el Brexit en Reino Unido
también va a pasar aquí. Elmer Gantry aparece como Boris Johnson y se limita a
inventar para convencer a la gente de que ¡esta es su oportunidad! De acabar
con todos, con todos los que hicieron añicos su Sueño Americano. Y ahora Donald
Trump, el forastero, ha llegado para limpiarlo todo. ¡No hace falta que estéis
de acuerdo con él! ¡Es vuestro cóctel molotov personal, el que podéis lanzar a
los malnacidos que os hicieron esto! ¡HACEOS OÍR, TRUMP ES VUESTRO MENSAJERO!
Y aquí es donde entran en juego los cálculos. En 2012,
Mitt Romney perdió por 64 votos electorales. Sumemos los votos electorales de
Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. Son 64. Lo único que Trump necesita
para ganar es mantenerse, tal y como se espera, en la franja de estados
tradicionalmente republicanos de Idaho a Georgia (estados en los que nunca
ganará Hillary Clinton), y ganar en Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. No
necesita ganar en Florida, ni en Colorado ni en Virginia. Solo en los cuatro
anteriores. Y eso le colocará en la cima. Y eso es lo que va a pasar en
noviembre.
2.
El último bastión de los hombres blancos enfadados.
El gobierno de Estados Unidos que lleva 240 años dominado por hombres llega a
su fin. ¡Una mujer está a punto de llegar al poder! ¿Cómo ha podido suceder?
Delante de nuestras narices. Había señales de peligro, pero las ignoramos.
Nixon -el traidor del género- impuso el Título IX, la ley por la que, en el
colegio, las alumnas deberían tener las mismas oportunidades a la hora de practicar
deporte. Y luego les dejaron pilotar aviones comerciales. Y antes de que nos
diéramos cuenta, Beyoncé revolucionó la Súper Bowl (¡nuestro partido!) con un
ejército de mujeres negras que, con el puño en alto, dejaron claro que nuestra
dominación había terminado. ¡Dónde hemos ido a parar!
Ese es el pequeño resumen de la mente del hombre
blanco en peligro de extinción. Tienen la sensación de que se les escapa el
poder de las manos, de que su manera de hacer las cosas ya no es la manera en
la que se hacen las cosas. La "feminazi", ese monstruo que, como dice
Trump, "sangra por los ojos o por donde sea", nos ha conquistado y
ahora, después de haber tenido que pasar por ocho años en los que un hombre
negro nos ha dicho qué hacer, ¿se supone que tenemos que aguantar ocho años en
los que una mujer nos mangonee? ¡Después de eso serán ocho años de gais
dirigiendo la Casa Blanca! ¡Y luego transexuales! Ya veis por dónde van las
cosas. Para entonces, se les habrán concedido derechos humanos a los animales y
el presidente del país será un hámster. ¡Esto tiene que acabar!
3.
El problema de Hillary. Seamos sinceros, ahora que estamos entre amigos.
Ante todo, dejadme que os diga que me gusta -mucho- Hillary y que creo que le
han creado una reputación que no se merece. Pero el hecho de que votara a favor
de la guerra de Irak hizo que yo me prometiera que no volvería a votarla. Hasta
la fecha, no he roto esa promesa. Por intentar evitar que un protofascista se
convierta en nuestro presidente, voy a romper esa promesa. Me entristece pensar
que Clinton encontrará la manera de meternos en un conflicto militar. Es un
halcón a la derecha de Obama. Pero el dedo psicópata de Trump estará listo para
pulsar El Botón, así son las cosas.
Asumámoslo: Trump no es el mayor de nuestros
problemas, es Hillary. Es muy impopular: el 70% de los votantes piensan que no
transmite confianza ni honestidad. Representa a la política tradicional y no
cree en nada que no sea lo que le haga ganar las elecciones. Por eso estuvo en
contra del matrimonio homosexual en su momento y ahora lo defiende. Entre sus
mayores detractores se encuentran las mujeres jóvenes, cosa que tiene que
dolerle considerando los sacrificios que ha hecho -tanto Hillary como otras
mujeres de su generación- y lo que ha luchado para que las generaciones más
jóvenes no tengan que aguantar que las Bárbaras Bushes del mundo les manden
callar y a hacer galletas. Pero no gusta a los jóvenes, y no hay día que no
oiga a un millennial decir que no la va a votar. Ningún demócrata, ni ninguna
persona que no apoye a alguno de los dos partidos mayoritarios, se va a
levantar emocionado el 8 de noviembre por ir a votar a Hillary como pasó cuando
Obama ganó las elecciones o cuando Bernie Sanders era candidato en las
primarias. No hay entusiasmo. Y, como estas elecciones solo van a depender de
una cosa -de quién atraiga a más gente a las urnas-, Trump lleva las de ganar.
4. El voto
deprimido a Bernie Sanders. Dejad de preocuparos por que los simpatizantes
de Bernie no votemos a Clinton, porque la vamos a votar. Según las encuestas,
el número de seguidores de Sanders que voten a Hillary este año será mayor que
el número de simpatizantes de Clinton que votaron a Obama en 2008. Ese no es el
problema. Lo que debería alarmarnos es que cuando el simpatizante promedio de
Bernie se arrastre a las urnas el día de las elecciones para votar a Hillary a
regañadientes, a eso se le llamará "voto deprimido" (lo que significa
que el votante no se lleva a cinco personas con él para que voten también, que
no se ha presentado como voluntario para hacer campaña 10 horas al mes de cara
a las elecciones y que no contesta con emoción cuando le preguntan por qué va a
votar a Hillary: un votante deprimido). Porque, cuando se es joven, se tiene
tolerancia cero ante los farsantes y las mentiras. Para la gente joven, volver
a la era de Clinton/Bush es como tener que pagar de repente por escuchar
música, o volver a usar MySpace o a llevar un teléfono móvil como una maleta de
grande. No van a votar a Trump; algunos votarán a un tercer partido, pero
muchos se limitarán a quedarse en casa. Hillary Clinton va a tener que hacer
algo para dar a los jóvenes una razón para que la apoyen; y elegir a un señor
blanco, viejo, insulso y moderado como candidato a vicepresidente no es el tipo
de decisión atrevida que pueda transmitir a los millennials que su voto es
importante para Hillary. Que hubiera dos mujeres al frente era una idea
interesante. Pero Hillary se ha asustado y ha decidido ir a lo seguro. Otro
ejemplo más de cómo Clinton está matando poco a poco al voto joven.
5.
El efecto Jesse Ventura. Por último, no descontemos la
capacidad del electorado para hacer el mal o para subestimar cuántos millones
de ciudadanos se conciben a sí mismos como anarquistas encubiertos una vez que
echen la cortina y se dispongan a ejercer su derecho al voto. Es uno de los
pocos sitios que quedan en esta sociedad en el que no hay ni cámaras de
seguridad, ni dispositivos de escucha, ni parejas, ni hijos, ni jefes, ni
policías, ni siquiera límite de tiempo. Puedes pasarte ahí dentro el tiempo que
te apetezca y nadie puede obligarte a hacer nada. Puedes votar al partido que
quieras o a Mickey Mouse y al Pato Donald. No hay reglas. Y precisamente por
eso y por la ira que tienen algunos contra un sistema político inservible,
millones de estadounidenses van a votar a Trump, y no porque estén de acuerdo
con él ni porque les gusten la intolerancia y el ego que le caracterizan, sino
porque pueden, simplemente. Para ver el mundo arder y hacer enfadar a papá y a
mamá. E igual que cuando estás al borde de las cataratas del Niágara te
preguntas por un instante cómo sería tirarse por ahí, habrá muchos a los que
les encante sentir que son los que mueven los hilos y que pueden votar a Trump
solo para ver qué pasa. Recordemos cuando, en los noventa, los ciudadanos de
Minnesota eligieron como gobernador a un ex luchador profesional. No lo
hicieron porque fueran estúpidos o porque pensaran que Jesse Ventura era un
político célebre o intelectual. Lo hicieron porque podían. Minnesota es uno de
los estados más inteligentes del país. Y también está lleno de ciudadanos con
gusto por el humor negro, así que para ellos votar a Jesse Ventura fue como
hacer un chiste práctico en un sistema político enfermo. Y es lo que va a
volver a pasar con Trump.
Cuando me disponía a volver a mi hotel después de
participar en el programa especial de Bill Maher sobre la Convención del
Partido Republicano en la cadena HBO, un hombre me paró por la calle.
"Mike", me dijo, "tenemos que votar a Trump. TENEMOS que cambiar
las cosas". Eso fue todo. Para él, era suficiente. "Cambiar las
cosas". De hecho, es lo que Trump haría, y a gran parte del electorado le
gustaría ser espectador de ese reality show.
Atentamente, Michael Moore
Este post fue publicado originalmente en la edición
estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara
Eleno Romero.
Seguir a Michael Moore en Twitter: www.twitter.com/MMFlint
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Fuerteventura, 12 de Noviembre de 2016