En Rincón del Ciudadano procuramos recordar los principales hitos de la historia de los Derechos Civiles en el mundo y nada mejor que recordar la Marcha de Washington y el discurso de Martin Luther King, ya mítico, de Tengo un Sueño, “I Have a Dream”.
El miércoles 28 de agosto de 1963,
convocados por diferentes organizaciones de defensa de los derechos civiles,
sindicales y religiosas, miles de ciudadanos asistieron a la Marcha sobre Washington
por el trabajo y el empleo. Llegaban de diferentes regiones del país,
especialmente de los estados sureños, donde la segregación y la violencia
racial eran el pan de cada día, más de 250.000 personas se concentran en el
Mall, desde el obelisco erigido en recuerdo de George Washington, el primer
presidente del país, hasta el Memorial de Lincoln, el presidente que acabó con
la esclavitud.
Sin duda, de los
dieciocho oradores que participaron en el acto, quien conectó mejor con el
simbolismo del espacio elegido fue el joven pastor baptista Martin Luther King
Jr, fundador en 1957 de la Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur (SCLC).
Conocido desde 1955,
cuando organizó un boicot contra el sistema de autobuses de la ciudad de
Montgomery, después de que fuera detenida Rosa Parks, una mujer que se negó a
ceder su asiento de autobús a un blanco, en clara violación de las leyes
segregacionistas. El boicot, que se extendió durante 382 días, fue un rotundo
éxito que acabó con la decisión del Tribunal Supremo el 13 de noviembre de 1956
que declaraba ilegal la segregación en los autobuses, restaurantes, escuelas y
otros lugares públicos.
La victoria extendió el
mensaje pacifista de Martin Luther King, cada vez más influido por la filosofía
de la no violencia de Gandhi, por todo el país. Protagonizó las famosas marchas
sobre Selma o Birmingham, con notable éxito en su sur natal y mucho menos en el
norte y centro del país, donde la discriminación -como ahora- no era tanto
legal como social y económica.
En los diecisiete minutos
que duró su discurso, más tarde conocido por el estribillo dialéctico que
utilizó: I have a dream (Yo tengo un sueño), invocaba directamente a la
Declaración de Independencia y al discurso de Gettysburg de Lincoln, en
1863. El excelente predicador sureño
renovaba para los afroamericanos el mensaje de sus predecesores: Estados Unidos
es un proyecto imperfecto, pero un proyecto destinado a la mejora y progreso a través
del tiempo. Esa mejora debía incluir a sus hermanos de raza y había llegado el
momento inexcusable de hacerlo.
En su primera mención de
tengo un sueño, repitió, a su manera, la frase más conocida de la Declaración
de Independencia, redactada por Thomas Jefferson: “Sueño que un día esta nación
se elevará para vivir el verdadero significado de su credo: sostenemos que
estas verdades son evidentes en sí mismas, que todos los hombres son creados
iguales'.
También, otra de sus
evocaciones más famosas: “Tengo un sueño, que mis cuatro hijos vivirán un día
en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel, sino por el
contenido de su carácter.", subrayaba el hilo conductor de su discurso.
Más igualdad, más democracia y la utopía como proyecto posible. Los sueños y
las utopías debían ser la inspiración de la política por mucho que, en el día a
día, la política sea pragmática, realista y, a veces, mezquina.
En el siguiente enlace
tienes el video del discurso subtitulado:
Los organizadores de la
Marcha sobre Washington fueron recibidos por el presidente John Kennedy
–faltaban tres meses para su asesinato en Dallas- e impulsó dos grandes
victorias legales: la Ley de Derechos Civiles (Civil Rights Act) firmada por el
presidente Johnson en 1964 y la ley del Derecho al Voto (Voting Rights Act) de
1965. La primera garantizaba los derechos de todas las minorías y la segunda
prohibía la discriminación del derecho al voto.
Pero de la utopía
soñadora de sus palabras en Washington hasta su muerte, en 1968, Luther King
vivió la amarga paradoja de que, cuanto más avanzaban los afroamericanos en el
terreno de los derechos civiles, más violencia y derramamiento de sangre se
producía en las calles. Desde 1964 a 1967, se produjeron disturbios raciales en
58 ciudades, dejando un saldo de más de 140 muertos, casi 5.000 heridos e incontables
pérdidas materiales. El sueño continuaba.
Un Saludo, buen día.
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Gracias.
Fuerteventura,25
de Enero de 2018
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