En
esta ocasión, en rinconderechosciviles cruzamos el Atlántico y nos trasladamos
a Washington. En este post nos acercamos a la ecología, al medio ambiente, a la
espiritualidad y a los Derechos Civiles. Aprovecho la ocasión para dar las Gracias
a todos los lectores y lectoras por la extraordinaria acogida, y seguimiento
diario a este Blog. Gracias.
El
escrito es muy hermoso y expresa un sentimiento de comunión con la naturaleza
tan hostil a las ansias acaparadoras y crematísticas del hombre blanco como de
amor infinito a todo lo vivo y al sentido de pertenencia al reino natural y de
cuantos forman parte de él.
El
siguiente documento es uno de los más preciados por los ecologistas, se trata
de la carta que envió en 1854 el jefe indio Seattle de la tribu Suwamish al presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce en respuesta a la oferta de compra de las
tierras de los Suwamish en el noroeste de los Estados Unidos, lo que ahora es
el Estado de Washington. Los
indios americanos estaban muy unidos a su tierra no conociendo la propiedad, es
más consideraban la tierra dueña de los hombres. En numerosos ámbitos
ecologistas se le considera “como la declaración más bella y más profunda jamás
hecha a favor del medio ambiente”.
En el año 1854 el jefe indio Noah Sealth respondió de una forma muy
especial a la propuesta del presidente Franklin Pierce para crear una reserva
india y acabar con los enfrentamientos entre indios y blancos. Suponía el
despojo de las tierras indias. En el año 1855 se firmó el tratado de Point
Elliot, con el que se consumaba el despojo de las tierras a los nativos indios.
Noah Sealth, con su respuesta al presidente, creó el primer manifiesto en
defensa del medio ambiente y la naturaleza que ha perdurado en el tiempo. El
jefe indio murió el 7 de junio de 1866 a la edad de 80 años. Su memoria ha
quedado en el tiempo y sus palabras continúan vigentes.
"¿Cómo
se puede comprar o vender el firmamento, ni aun el calor de la tierra? Dicha
idea nos es desconocida.
Si no somos
dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿Como podrán ustedes
comprarlos?
Cada parcela
de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante mata de pino, cada
grano de arena en las playas, cada gota de rocío en los bosques, cada altozano
y hasta el sonido de cada insecto, es sagrada a la memoria y el pasado de mi
pueblo. La savia que circula por las venas de los arboles lleva consigo las
memorias de los pieles rojas.
Los muertos
del hombre blanco olvidan su país de origen cuando emprenden sus paseos entre
las estrellas, en cambio nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa
tierra puesto que es la madre de los pieles rojas. Somos parte de la tierra y
asimismo ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras
hermanas; el venado, el caballo, la gran águila; estos son nuestros hermanos.
Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el
hombre, todos pertenecemos a la misma familia.
.
Por todo
ello, cuando el Gran Jefe de Washington nos envía el mensaje de que quiere
comprar nuestras tierras, nos está pidiendo demasiado. También el Gran Jefe nos
dice que nos reservara un lugar en el que podemos vivir confortablemente entre
nosotros. El se convertirá en nuestro padre, y nosotros en sus hijos. Por ello
consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil, ya que
esta tierra es sagrada para nosotros.
El agua
cristalina que corre por los ríos y arroyuelos no es solamente agua, sino que también
representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos tierras, deben
recordar que es sagrada, y a la vez deben enseñar a sus hijos que es sagrada y
que cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los
sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua es la
voz del padre de mi padre.
Los ríos son
nuestros hermanos y sacian nuestra sed; son portadores de nuestras canoas y
alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben
recordar y enseñarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también
los suyos, y por lo tanto, deben tratarlos con la misma dulzura con que se
trata a un hermano.
Sabemos que
el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. El no sabe distinguir entre
un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de
la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga y una
vez conquistada sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin
importarle. Le secuestra la tierra de sus hijos. Tampoco le importa. Tanto la
tumba de sus padres, como el patrimonio de sus hijos son olvidados. Trata a su
madre, la Tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran,
se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorara
la tierra dejando atrás solo un desierto. No sé, pero nuestro modo de vida es
diferente al de ustedes. La sola vista de sus ciudades apena la vista del piel
roja. Pero quizás sea porque el piel roja es un salvaje y no comprende nada.
No existe un
lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar cómo
se abren las hojas de los arboles en primavera o como aletean los insectos.
Pero quizá también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada.
El ruido parece insultar nuestros oídos. Y, después de todo, ¿Para qué sirve la
vida, si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras ni las
discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque? Soy un piel roja y
nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la
superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por
la lluvia del mediodía o perfumado con aromas de pinos. El aire tiene un valor
inestimable para el piel roja, ya que todos los seres comparten un mismo
aliento - la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El
hombre blanco no parece consciente del aire que respira; como un moribundo que
agoniza durante muchos días es insensible al hedor. Pero si les vendemos
nuestras tierras deben recordar que el aire no es inestimable, que el aire
comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a nuestros
abuelos el primer soplo de vida, también recibe sus últimos suspiros. Y si les
vendemos nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y
sagrada, como un lugar donde hasta el hombre blanco pueda saborear el viento
perfumado por las flores de las praderas. Por ello consideraremos su oferta de
comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, yo pondré una condición: El
hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.
Soy un
salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto a miles de búfalos pudriéndose
en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha.
Soy un salvaje y no comprendo como una maquina humeante puede importar más que
el búfalo al que nosotros matamos solo para sobrevivir.
¿Qué sería
del hombre sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría
de una gran soledad espiritual; Porque lo que le sucede a los animales también
le sucederá al hombre. Todo va enlazado.
Deben
enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos.
Inculquen a sus hijos que la tierra esta enriquecida con las vidas de nuestros
semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que nosotros
hemos enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le
ocurra a la tierra les ocurriría a los hijos de la tierra. Si los hombres
escupen en el suelo, se escupen a sí mismos.
Esto
sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra.
Esto sabemos. Todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo va
enlazado.
Todo lo que
le ocurra a la tierra, les ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió
la trama de la vida; él es solo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí
mismo. Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con el de amigo a
amigo, queda exento del destino común.
Después de
todo, quizás seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos una cosa que quizá el hombre
blanco descubra un día: nuestro Dios es el mismo Dios. Ustedes pueden pensar
ahora que El les pertenece lo mismo que desean que nuestras tierras les
pertenezcan; pero no es así. El es el Dios de los hombres y su compasión se
comparte por igual entre el piel roja y el hombre blanco. Esta tierra tiene un
valor inestimable para El y si se daña se provocaría la ira del creador. También
los blancos se extinguirán, quizás antes que las demás tribus. Contaminan sus
lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos. Pero ustedes
caminaran hacia su destrucción, rodeados de gloria, inspirados por la fuerza de
Dios que los trajo a esta tierra y que por algún designio especial les dio
dominio sobre ella y sobre el piel roja. Ese destino es un misterio para
nosotros, pues no entendemos por qué se exterminan los búfalos, se doman los
caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el
aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas
con cables parlantes... ¿Dónde está el matorral? Destruido. ¿Dónde está el águila?
Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia."
Desde estas páginas os deseamos una buena semana y si te ha gustado puedes compartir.
Fernando González Silva
Fuerteventura, 28 de Octubre de 2014
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